"Para Malaguzzi, todas las criaturas, en todas y cada una de las culturas, son inteligentes" (A.H.)
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miércoles, 22 de octubre de 2014

Debate en torno a dichos de Steve Hawking


OPINIÓN Reflexiones sobre el ateísmo de Stephen Hawking

La mente y sus fronteras


El astrofísico británico Stephen Hawking, durante su entrevista con...
El astrofísico británico Stephen Hawking, durante su entrevista con EL MUNDO. 

CARLOS GARCÍA POZO


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Hawking concluía en su último libro, El gran diseño, que la materia posee suficiente potencialidad para crearse a sí misma sin necesidad de recurrir a una causa externa. Hoy nos dice que Dios no existe y que el Universo se explica por leyes físicas que el cerebro humano puede comprender. Incluso asevera que la mente carece de límites.

No puedo discutir el extraordinario trabajo en el campo de la física de este científico, pero creo que sus conclusiones filosóficas sí son rebatibles. No es cierto que la mente carezca de fronteras por dos sencillas razones. La primera es que las neuronas del cerebro son limitadas. Y la segunda es que la estructura de nuestra mente condiciona la percepción. Kant sostenía que el espacio y el tiempo son categorías de la sensibilidad, no realidades.

La tesis de Hawking se asemeja en el fondo a la del obispo anglicano Berkeley, que pensaba que el entendimiento era el reflejo de la sabiduría divina y, que por ello, se podía conocer la realidad última de todo lo existente. Estoy convencido de que eso no es así y de que la razón humana es imperfecta, aunque sea el mejor instrumento del que disponemos para guiarnos.

Sobrepasando las posiciones del agnosticismo, Hawking se reconoce ateo porque Dios es una hipótesis innecesaria. Aún admitiendo esta proposición, quedarían sin respuesta las preguntas de cómo ha surgido la materia. ¿Se ha creado a sí misma? ¿Es posible que pueda surgir algo de la nada?
Lo que quiero decir es que el materialismo de Hawking resulta tan metafísico como las Cinco Vías de Santo Tomás que explican lo existente como una creación de Dios, causa última de todas las cosas.

Podemos comprender el desarrollo del Universo a partir del 'big bang', somos capaces de describir las leyes de la física que operan a gran y pequeña escala, llegaremos a saber lo que es la materia oscura e incluso podremos simular en un laboratorio el funcionamiento de un agujero negro. Pero dudo que en un futuro lejano, dentro de muchos siglos, estemos en condiciones de determinar si Dios existe.

Hay preguntas que seguramente no tienen respuesta, por la sencilla razón de que el hombre forma parte de la Naturaleza y no puede mirarse fuera de ella. Somos literalmente polvo de estrellas, lo cual es compatible son el sentimiento de admiración por los grandes logros de mentes privilegiadas como la de Hawking, que vuela casi tan alto como la de los dioses.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Opiniones: Neuroeducador: ¿Una nueva carrera universitaria?

Hoy hay mucha gente en España seriamente preocupada por la educación y la enseñanza. Preocupación no solo de padres y enseñantes, sino que es un sentir social, una percepción generalizada de que algo, en este terreno, va mal. Y esto lleva a que los docentes, de cualquier nivel, estén en constante alerta, en constante oteo del horizonte a la espera de nuevas ideas, nuevas tecnologías, nuevos métodos con los que poder mejorar una docencia que es insatisfactoria. De hecho, como vengo diciendo tantas veces últimamente, en los maestros hay hambre por conocer y aplicar nuevos conocimientos y métodos rigurosos, sólidamente establecidos, que en clase puedan ayudar a esa mejora, tanto en ellos mismos para enseñar como en los estudiantes para aprender
Nuevos conocimientos y métodos que estén alejados de las opiniones y los vaivenes que producen las hipótesis de moda y que dan lugar a ideas fulgurantes pero que con el tiempo se desvanecen como pompas de jabón. Pues bien, creo que ahora hay una buena nueva en la enseñanza y esta es la que viene de la mano de los conocimientos que se obtienen de la Neurociencia y que residen en el funcionamiento del cerebro humano orquestado por los códigos que trae adquiridos a lo largo de ese proceso universal que llamamos evolución biológica. Y creo que esto último está dando lugar a un sólido consenso mundial. Son nuevos conocimientos además, que se propone se integren con la Psicología (Psicología Cognitiva), Sociología y Medicina. Esta nueva aproximación está hoy en el centro de interés de todos los círculos contemporáneos de la enseñanza. Pues bien, de aquí ha nacido la idea de crear una nueva figura profesional, la del Neuroeducador.
La nueva profesión de neuroeducador toma fuerza precisamente ahora, en estos momentos de mayor realce y significado acerca de los conocimientos que aporta la Neurociencia a la enseñanza. Y lo hace, entre otros muchos considerandos, pensando principalmente en los niños de pre-escolar y enseñanza primaria que son los pilares básicos sobre los que se construye la educación y la cultura de una sociedad. Un neuroeducador sería aquella persona con una preparación capaz de ser un maestro-especialista, algo así como un guardián último de la buena enseñanza en un colegio. Un profesional universitario, con buenos conocimientos sobre el cerebro humano que le permitiera primero analizar y criticar programas de enseñanza que aparentemente basados en el rigor de la Neurociencia, se ofertan a los colegios, y que contienen datos e ideas erróneas. Pero fundamentalmente además, el neuroeducador debiera ser capaz de detectar más finamente problemas en los niños y mediar en su solución, psicológica, médica, familiar o social. Es decir, tras el maestro detectar fallos en un niño en clase, sería la persona encargada de trabajar con él y conectar después con su familia y también, si fuere necesario, con los propios especialistas psicólogos o médicos que tuvieran eventualmente que tratar a los niños. Y con ello hablamos de mil y un procesos, desde los síndromes más sutiles hasta los más abiertos y evidentes que incluyen un apagón emocional, depresión, déficit atencional con hiperactividad, síndrome de Ausperger, autismo, dislexia, discalculia, o tantos y tantos síndromes neurológicos no evidentes, pero que interfieren en el normal aprendizaje y memoria de un niño.
Esa secuencia niño-maestro-familia-médico o psicólogo puede ser de difícil ataque. De ahí el valor de la figura del neuroeducador. Piénsese que hoy se maneja la cifra de un 23% de niños (cifra sobremanera elevada), que presentan algún problema para aprender y memorizar bien. Problemas que corren en un amplio y diverso arco difícil de clasificar, pero que convergen en incapacitar al niño, en grados diferentes, en su proceso de aprendizaje. Muchos de ellos son muy difíciles de detectar solo por el maestro. Sería aquí, de nuevo, donde el neuroeducador jugaría uno de sus papeles más relevantes.
El neuroeducador debiera ser una persona profesionalmente entrenada, tras cursar estudios específicos, que le permitieran ser capaz de hacer de puente entre los conocimientos del cerebro y cómo funciona y malfunciona, y los maestros. Alguien con capacidad de complementariedad a los maestros de una escuela, a los que ayude a detectar no solo qué niños padecen ciertos déficits (que ya hemos señalado) sino también con formación capaz para detectar capacidades superiores o extraordinarias o selectivas en los niños, origen tantas veces, a su vez, de problemas. Esta nueva profesión de la que hablo no existe todavía ni tampoco programas que se puedan cursar para alcanzarla. Y no solo en España, sino en ninguna otra parte del mundo. Propongo la creación de esta nueva profesión a través de una buena formación universitaria. ¿Un master? ¿Una diplomatura? ¿Un grado? Precisamente la secretaria de Estado para la Educación, Montserrat Gomendio, en un artículo reciente, indicaba que la nuevas enseñanzas deben preparar gentes abiertas que permitan afrontar nuevos retos y conocimientos. Pues bien, Sra. Gomendio, este es uno de ellos.
Y permítanme una nota final indicando algo del contenido y materias que debiera cursar el futuro neuroeducador. Aparte las asignaturas que se cursan en magisterio, debiera adquirir conocimientos de anatomía y fisiología y en esta última en especial, del funcionamiento del cerebro y su desarrollo a lo largo del arco vital humano. Conocimientos básicos de psicología y neurología. Conocimientos básicos de los procesos de aprendizaje, memoria, atención, emoción, cognición y funciones motoras. Conocimientos básicos de fisiopatologia/neuropsicología, en especial aquellos que inciden y producen trastornos sensoriales, emocionales y cognitivos y que interfieren con el aprendizaje (que aparte de los ya mencionados y mas frecuentes como la dislexia, discalculia, autismo o síndrome de Ausperger incluyen los síndromes de ansiedad y miedo), y por supuesto aquellas disfunciones producidas por lesiones cerebrales sutiles apenas detectables en la conducta. Y también conocimientos sobre comunicación verbal, empatía y estructura del lenguaje. No sigo. Quizá esta propuesta, casi como siempre, sea todo un nuevo clamar en el desierto.