OPINIÓN Reflexiones sobre el ateísmo de Stephen Hawking
La mente y sus fronteras
El astrofísico británico Stephen Hawking, durante su entrevista con EL MUNDO.
CARLOS GARCÍA POZO
No puedo discutir el extraordinario trabajo en el campo de la física de este científico, pero creo que sus conclusiones filosóficas sí son rebatibles. No es cierto que la mente carezca de fronteras por dos sencillas razones. La primera es que las neuronas del cerebro son limitadas. Y la segunda es que la estructura de nuestra mente condiciona la percepción. Kant sostenía que el espacio y el tiempo son categorías de la sensibilidad, no realidades.
La tesis de Hawking se asemeja en el fondo a la del obispo anglicano Berkeley, que pensaba que el entendimiento era el reflejo de la sabiduría divina y, que por ello, se podía conocer la realidad última de todo lo existente. Estoy convencido de que eso no es así y de que la razón humana es imperfecta, aunque sea el mejor instrumento del que disponemos para guiarnos.
Sobrepasando las posiciones del agnosticismo, Hawking se reconoce ateo porque Dios es una hipótesis innecesaria. Aún admitiendo esta proposición, quedarían sin respuesta las preguntas de cómo ha surgido la materia. ¿Se ha creado a sí misma? ¿Es posible que pueda surgir algo de la nada?
Lo que quiero decir es que el materialismo de Hawking resulta tan metafísico como las Cinco Vías de Santo Tomás que explican lo existente como una creación de Dios, causa última de todas las cosas.
Podemos comprender el desarrollo del Universo a partir del 'big bang', somos capaces de describir las leyes de la física que operan a gran y pequeña escala, llegaremos a saber lo que es la materia oscura e incluso podremos simular en un laboratorio el funcionamiento de un agujero negro. Pero dudo que en un futuro lejano, dentro de muchos siglos, estemos en condiciones de determinar si Dios existe.
Hay preguntas que seguramente no tienen respuesta, por la sencilla razón de que el hombre forma parte de la Naturaleza y no puede mirarse fuera de ella. Somos literalmente polvo de estrellas, lo cual es compatible son el sentimiento de admiración por los grandes logros de mentes privilegiadas como la de Hawking, que vuela casi tan alto como la de los dioses.
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