Los fractales son como la propaganda subversiva que tiene el universo para hacernos ver que en cada parte está oculta la totalidad, en distintas magnitudes, reflejos de una unidad cósmica que se proyecta a sí misma a través del espacio infinito, que cada copia de la divinidad inmanente mantiene la misma forma: la huella de un mismo génesis energético y matemático.
Una de las más curiosas manifestaciones de los conjuntos fractales es el Buddhabrot. Esta imagen que recuerda a un buda meditando en flor de loto (o a miles de budas meditando dentro un buda-flor-nirvana) fue descubierta por Melinda Green usando una técnica de render del conjunto de Mandelbrot (Benoit Mandelbrot es el descubridor de los fractales en el plano espacial de las matemáticas). El Buddhabrot no es un fractal distinto al de Mandelbrot, solo otra forma de desplegarlo, y aunque evoca al arte religioso de la India, la imagen fue generada con una simple fórmula matemática sin intervención humana. Es como si el espacio mismo contuviera la forma búdica codificada. Quizás la versión matemática de aquella frase del Mahavaipulya Sutra: “En cada partícula de polvo hay innumerables budas”.
“Una vez que desarrollas el ojo matemático de fractales, los ves en todas partes, cada cosa que ves está descrita como una referencia de sí misma o de otra cosa”, Arthur C. Clarke.
Benoit Mandelbrot descubrió que somos parte de un enigmático mandala, que nuestra fraternidad con el universo es formal. La información nos repite hasta el infinito, enamorada de sí misma.
«Preguntas cuál es el principio de todo esto:
Y es esto…
La existencia que se multiplicó por sí misma
Por el puro deleite de ser
Y se proyectó en trillones de seres
Para que pudiera encontrarse a sí misma
Innumerablemente».
Sri Aurobindo
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