Los delfines tienen una maravillosa estructura comunitaria. No tienen una jerarquía de dominancia, lo que implica que en su reino no hay dominadores ni dominados sino una simple relación entre seres que nacen genéticamente con diversas aptitudes. Como nadie gobierna, los delfines distribuyen su trabajo de acuerdo a lo que naturalmente están capacitados para hacer. Hay cetáceos hábiles para la caza, otros para amamantar a las crías, otros para orientarse y encontrar sitios seguros donde copular.
Uno de los más notables son los llamados “delfines médicos”, inspiradores de los revolucionarios partos bajo del agua que se iniciaron en la década de los sesenta. En épocas de apareamiento, estos mamíferos son vitales para permitir la supervivencia de la cría, en una especie donde cada nacimiento es particularmente complicado. Tanto que ellos tienen como prioridad recuperar un delfín enfermo más que preocuparse por procrear.
Como los delfines no tienen extremidades posteriores, y por ende carecen de algún hueso parecido a la pelvis, el feto literalmente flota en el vientre de la madre como una lenta ruleta por lo que, generalmente, la hora del parto lo pilla en una posición incorrecta. Es magia, pero el delfín doctor, enciende sus sensores, determina cuál es la postura en la que viene el bebé y, a través de ondas electromagnéticas, la corrige. En ese momento, un séquito de cetáceos abraza a la hembra para evitar que el feto vuelva a moverse. Cuando nace, el mini delfín es protegido por otro grupo, hasta que se sepa cuál es la función que le toca cumplir en esta cooperativa.
Estos delfines médicos inspiraron, además, la “delfinoterapia”, una disciplina que los científicos se encargan de subrayar que aún no ha sido comprobada y que consiste en la utilización de estos mamíferos para aliviar ciertas enfermedades, particularmente el autismo. En Alemania se investigó sobre el tema, pero los resultados siguen siendo muy preliminares. Sin embargo, hay algunos casos en que se ha demostrado que cuando un delfín médico abraza a un niño autista se puede provocar una mejoría que fluctúa entre el dos y el ocho por ciento.
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